Mar
A veces una sonrísa amistosa de un extraño tiene sus beneficios. Duración: 25 min.
La brisa rozaba sus piernas desnudas, otra noche más que estaba en cama sola. Las cortinas se mueven dejando entrar aquella brisa de mar, el sonido de las olas chocando con la piedra de la costa, mientras la luna ilumina con su crepúsculo azulada la amplia habitación. Frente a la cama se logra ver una mesita con una silla estilo moderno, sobre ella su computadora, anteojos y una rosa, detalle del hotel. Mientras que en la silla estaba aquel vestido rojo en satín que aún tenía rastros de aquél encuentro previo a la cena, con aquel extraño que acababa de conocer, y una tanga roja sobre el.
Le gustaba dormir desnuda pero esa noche ella se había recostado y roció un poco de perfume en su piel, después de bañarse para esperar el encuentro con aquel hombre que aún ni conocía su nombre pero fue aquella sonrisa al pedirle disculpas por rozar con su portafolio el vestido rojo y haberlo manchado con tierra y lodo.
A la izquierda de la mesa un espejo simple de cuerpo entero y luego la puerta de entrada. Era un cuarto modesto, sin lujos ni televisión. A la derecha de su cama la iluminaban los ventanales que tenía abiertos y mostraban un pequeño balcón con una silla y vista al mar. A lo lejos un ferry pasaba, con su luz parecía que saludaba a quienes lo miraban, o eso ella quería creer. A la izquierda de la cama se encontraba una mesita de noche con una lámpara, un viejo teléfono con la etiqueta 23 y una hoja que informaba que al presionar el cero le contactaría a recepción. Mas adelante estaba la puerta hacia el baño que mostraba la puerta entreabierta.
Escucho su celular, se emocionó al pensar que fuera él, tiene la costumbre de dormir con el teléfono junto a la almohada. Al revisar vió que era Reyna, la chica más popular del grupo, que a principio de prepa cuando la conoció le caía mal pero después terminaron siendo amigas y contandose todo. Era para que le contara sobre su nueva aventura romántica. "Aún no llega", lamentándose y volviendo a sus recuerdos.
Aún no podía comprender como había caído ante el deseo y le había atraído tanto aquel hombre, que podría tener 10 o incluso 15 años más que ella. ¿Trabajaría ahí en el hotel boutique o sería un huesped mas? Pero aquella sonrísa y esa mirada energética pero a la vez apenada. Hacia memoria de que después de chocar accidentalmente al entrar al hotel, el iba de salida y su portafolio quizá de su computadora se deslizó en su vestido y lo ensució. Realmente no era una gran mancha que un poco de agua o una toallita húmeda pudiera arreglar, más bien la forma de como se disculpó hicieron que ella le dijera entre broma que pasara a su habitación más noche y le entregaría el vestido para que lo enviara a la tintorería.
Después ella se iría a cenar pues era un evento importante en su carrera, ¿Qué haces cuando estás rodeada de personas que valoran y celebran tu esfuerzo y a la vez te encuentras sola sin que nadie comprenda tus sentimientos? Eso eran para ella, un par de extraños hipócritas, como la mayoría de las personas en el mundo. Ella imaginaba que el llegaba y al verla desnuda podía retirarse por pena, o despertar sus más básicos deseos. Que esas manos gruesas de largos dedos y trabajadas pudieran rodear sin problemas su cintura, o que fuera solo la palma aquella que cubriera todo su busto, dios le dio una copa b pero muy firme. Lamentablemente no había tenido muy buenas experiencias antes con chicos de su edad y siempre soñaba con un hombre mayor que le enseñara el camino al placer.
Estaba perdida en sus recuerdos cuando alguien tocó la puerta, con un sobresalto reaccionó y por un momento dudó quién pudiera ser, hasta que nuevamente tocaron tres veces y todo fue claro en su mente soñadora. Era momento de la verdad, con un leve grito le dijo que iba y se levanto cubriendo su cuerpo desnudo con una sábana, mientras con la otra tomaba el vestido (y por accidente) la tanga.
Abrió la puerta y era él, aperlado de cabello oscuro, mirada penetrante, barba de dos días. Debía medir unos 1.85 metros, de complexión atlética llevaba una camisa blanca y un blazer negro. Jeans y tenis. Pero al verla le regaló una sonrisa que la derritió, ella sin palabra alguna fue interrumpido por la voz de el que le preguntaba si estaba durmiendo y lamentaba despertarla. Si gustaba a la mañana siguiente pasaría por el vestido rojo, y que conocía un excelente servicio cerca de el hotel.
Quizá fue un poco las copas previas, el deseo o el viento que recorrió toda su espalda desnuda la que hicieron que soltara la sábana y quedara desnuda mientras le entregaba el vestido. Él al verla, trago saliva inmovil mientras apretaba su puño reprimiendo su instinto. Con voz pícara, yvapenada se disculpó agregando que estaba descansando pero si deseaba podía pasar, para evitar que los otros huéspedes (y conocidos) pudieran verle.
Dudo un momento y tomó su decisión, entró a oscuras a la habitación la cual se iluminaba solo con la luz de la luna que entraba por los ventanales. Ahí estaba ella, de pie, desnuda, marcando su silueta la contraluz. Estaba de lado frente al espejo mientras podía apreciar aquellos pequeños senos los cuales estaban tan duros y levantados sus pezones que podían lastimar a alguien, con un poco de barriga y más abajo se marcaba algo de vello, le gustaba tener una depilación brasileña. Sus nalgas no del todo firmes pero si redondas y que iban de acuerdo a sus 1.60 metros que medía.
Debo pagarte el favor que me haces, le dijo mientras se colocaba un poco de lipstick en el espejo, él sentado al borde de la cáma dudo de lo que escuchó. No sabía si era correcto esperar o retirarse... Con el cuerpo desnudo ella se acerco y lo fue recostando en la cama mientras se montaba sobre su abdomen. Con una actitud descarada tomo sus manos ásperas y las colocó en su busto, cuanta razón tenía y más cuando le tomo de la cintura de manera dominante. Beso sus labios e hizo que los pezones rozaran la comisura de ellos, que dulce sensación sentia en ese momento, un poco húmedos sus pezones y con la brisa hacían que estallaran en placer cada roce, el calor comenzaba a fluir entre sus piernas y todo su cuerpo en general. Fue abriendo poco a poco la camisa de él y besandolo, mientras iba bajando a su ombligo. Con la mano frotó su entrepierna y noto como masculinidad comenzaba a volverse rígida mientras el calor corporal aumentaba. Besaba la parte baja de su abdomen y sus manos quitaron el cinto, abrieron los jeans y bajaron su trusa para poder sentir con su rostro aquel miembro que se formó, de largo de su cara y un grosor que no podía ella cerrar su mano, lo tomo con ambas mientras saboreaba aquel néctar lleno de deseo que resbalaba y hacia brillar esa cabeza. Ella había comenzado a humedecerse pero fue hasta ese momento que sintió las pequeñas gotas recorriendo la parte interna de su pierna derecha.
De una sola pasada limpió con la lengua aquella miel que estaba y procedió a hacer que entrara en su boca, siempe se había caracterizado ella por tener una gran sonrisa desde niña y este era un beneficio adicional. Al llegar a la garganta había entrado un poco más de la mitad de aquel pedazo de carne que tanto disfrutaba, mientras él extasiado comenzaba a buscar sus nalgas.
Él se levantó y dejo caer su vestimenta para quedar desnudo, marcando su cuerpo por el crepúsculo de la noche. Se recostó hasta atrás de la cama y ella se montó sobre él, tratando de dejar sus nalgas lo más cercano a su rostro. Él las tomó firmes y las separó, pudiendo apreciar el fruto de su encanto, aquellos labios rosas ardian, unas gotitas cayeron en su boca y pudo disfrutar de su inocente sabor. No había forma que pudiera entrar complera debido a su estrechez por la poca actividad que había tenido en su vida pero iba a lograrlo.
Estaba decidido, esa noche ella tendría la mejor experiencia que le hayan dado en su vida, un desconocido fue el encargado y el Mar nuestro confidente.
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